viernes, 2 de mayo de 2014

La trampa silvestre...


El camino se hacía cada vez más estrecho. Los Álamos existentes en ambos lados se iban cerrando cada vez más formando una cueva que llevaría hacia una encrucijada y por el centro Loise.

Una avería del coche la hizo salir de la carretera y una luz no muy lejana la animó a ir allí para pedir ayuda. Entonces no fue consciente del peligro que le acechaba en esta comarca alejada de todo. No se había percatado que hacía horas que no veía ni se había cruzado a nadie.

La tarde se terminaba dando paso a la noche y el camino, que parecía corto hasta la luz, se estaba haciendo interminable.

La luz se perdía entremezclándose con las hojas de los árboles y ya pronto, quizás en unos minutos, la oscuridad se apoderará de todo.

Hasta entonces Loise seguía, a través del camino, el rumbo que le marcaba la lejana luz pero ya entre tinieblas de una noche oscura y que amenazaba tormenta decidió salirse del camino y atravesar por el bosque para ganar un poco de tiempo….


Loise corría hacia la luz atravesando y rompiendo con su cuerpo los enormes matorrales que impedían su camino pero le estaban produciendo cortes y pinchazos en todo el cuerpo…

Por fin se dejó atrás el sendero de vegetación virgen que tanto trabajo le costó atravesar pero ahora comenzó a sentir el dolor y la fatiga del extrañamente largo camino recorrido…

Era una casa en pleno campo, sola, silenciosa pero consiguió acercarse a la ventana y en el interior pudo ver a un anciana con un niño que por su altura calculó de unos 10 años.

Se miró los brazos y comprobó multitud de cortes, algunos profundos, y no pudo soportar más la visión y cayó al suelo desmayada.


Cuando se recuperó estaba en una cama pequeña junto a una chimenea, delante de ella el niño que jugaba airosamente con una caja de madera cerrada y al fondo, en una pequeña cocina con varios fuegos encendidos, la anciana de gesto agradable...

Abrió los ojos e intentó incorporarse pero apenas se levantó unos centímetros y en seguida volvió a dejarse caer sobre la cama.
- No, no te levantes!! le indicó la anciana que se acercaba a pasos lentos y con un plato de una sopa caliente que acababa de prepararle…

- No hagas esfuerzos Loise, le dijo la anciana mientras acercaba una silla al cabecero de la cama, junto a la chimenea.

- Has cruzado por las hiervas silvestres y venenosas, las heridas aún las tienes abiertas y debes descansar para reponerte, toma algo de este caldo que te he preparado y que te servirá para encontrarte mejor…


Loise no entendió porque la anciana sabía su nombre, ni comprendía porque el niño pequeño seguía riendo y jugando como si nadie estuviera allí pero, accedió a tomar el caldo que, esperaba, le ayudaría a recuperarse….


Cuando había tomado varias cucharadas, la anciana le dijo… - Ahora descansa, es tarde y mañana te encontrarás bien…

Loise no podía pronunciar palabra alguna, se encontraba muy cansada, los brazos le pesaban mucho y el cuerpo no parecía suyo. Sin embargo los ojos y la mente permanecían despiertos y muy conscientes... algo estaba pasando que no podía controlar.

De repente el niño volvió la cara y la miró fijamente y comenzó a reír de una forma aterradora mientras se acercaba.

Ella permanecía quieta, absolutamente paralizada, su cara, su cuerpo, ni un músculo parecía tener vida pero, aterrada veía como aquel monstruoso niño se acercaba.


 
Lois esperaba con nerviosismo a que la anciana llegara y le ayudara llevándoselo de su lado. Él se sentó en la pequeña cama, con la cajita de madera y emitiendo unos sonidos propios de un desquiciado. Entonces pudo ver con claridad que en lugar de un niño era un hombre deforme y desfigurado y que lo que entendía como risa aterradora no era sino el llanto y el lamento de un animal desfigurado.

La espera se estaba haciendo eterna pero por fin!! La anciana apareció tras la puerta de la calle, acarició el cabello de aquella bestia terrorífica y con cariño y le susurró al oído….. 
- tranquilo, tranquilo amor mío, mi niño precioso, cálmate….. en seguida tu cena estará lista!!.


El deforme la entendió y comenzó a dar muestras de alegría  y a temblar de la emoción. La anciana le cogió la cajita de madera y acercándola a Loise, la volcó sobre su pecho depositando cientos de gusanos y larvas que nada más notar el contacto con la piel y el olor a sangre, se esparcieron introduciéndose y abriendo aún más los orificios de las heridas mientras la anciana cruel y su hijo deforme observaban y veían como los gusanos absorbían la sangre del interior del cuerpo de Loise y engordaban y crecían por momentos.
- Tranquilo hijo mío, cálmate, tu cena está terminando de prepararse, pronto podrás comerte a tus amiguitos...


Al día siguiente, tras enterrar a Loise, prepararían nuevamente el sendero y los matorrales venenosos que rodeaban la casa a la espera de una próxima víctima….


     
   
 

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