martes, 14 de octubre de 2014

La Chica de las pecas de oro...

Aún recuerdo los momentos de la infancia en la que recorría aquellas calles estrechas de mi pueblo intentando encontrarla… la princesa de las pecas de oro, así la llamaba y así es como seguía recordándola hasta ahora.

Dios!!!  nunca habría podido imaginar que, mi princesa, en unos pocos años, se hubiera podido transformar en la mujer más bonita del mundo.

Mi corazón aún trota a mil por hora desde ayer.

Lisboa se ha convertido en una ciudad enorme, llena de coches, edificios y personas… yo sigo acordándome de mi pueblo y por eso, cuando necesito algo especial, diferente, busco aún entre las callejuelas, en las pequeñas tienditas de la zona sur, y casi siempre suelo encontrar aquello que necesito.

Ahora soy sastre y aunque a veces miro las tendencias más actuales, lo mío es el traje de boda y el vestido de verano pero, eso sí, bordado con mis propias manos, así consigo ese toque diferente y especial.

Escuché no sé donde que allí, en la callejuela cerca del río habían abierto una lencería artesanal y allí que me presenté a la primera de cambio. 

Para mi trabajo sólo huso agujas artesanales, pero para aquellos jóvenes que ya ni las conocéis, os aclararé que una aguja es un filamento de metal, cobre u otro material duro, de tamaño relativamente pequeño, generalmente recto, afilado en un extremo y con el otro acabado en un ojo o asa para insertar un hilo y es empleado desde tiempos prehistóricos para coser.
Se cree que los chinos fueron los primeros en utilizar agujas de acero, y que los árabes se encargaron de traerla a Europa.

Entusiasmado por los diferentes tipos de aguja que me mostraba me despisté, no la vi!!, no la había mirado a la cara pero…  fue ese gesto, esa mirada que la hacía diferente para mi... fue sin duda la mirada de mi chica, de mi amiga especial de la infancia, de mi compañera en una bonita adolescencia, de la persona más importante, aquella con la que aprendí. 
Sentados en la playa y cogidos de la mano ingenuamente, me enseñó y aprendí que el amor es algo que va mas allá de lo visible, de lo que esperas, de lo que nunca nadie, con palabras, pueda explicarte jamás… 

Poco antes de marcharse, una tarde cuando caía el sol anaranjado por el horizonte, Pury, que sabía que sería nuestro último paseo se acercó y mirándome a los ojos, con esa mirada preciosa que nunca he olvidado, triste pero con una sonrisa desdibujada en la cara, me abrazó con fuerza y yo, en ese instante sentí que aquello era una despedida para siempre… no dije nada, sólo cogí su mano y le puse mi pulsera de cuero preferida, aquella con la que me hacía sentir, a pesar de mi edad, poderosamente grande.

Los años fueron pasando pero nunca la olvidé… ella fue y aún es mi chica, la de las pecas de oro, la de la mirada diferente y aunque no me reconoció y mi cobardía y el maldito sentido de la vergüenza no me dejó recordarle… pude ver en su muñeca mi vieja pulsera de cuero que un día le entregué mientras sentía como se alejaba.
Quizás algún día, mientras compro aguja e hilo, puede hilvanar la conversación adecuada y atreverme y recordarle...

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