jueves, 25 de octubre de 2018

La Señorita de Ciencias...


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"El universo es la totalidad del espacio y del tiempo, de todas las formas de la materia, la energía, el impulso y las leyes y constantes físicas que las gobiernan"
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A excepción de Juanito "el gordo" y de Andrés "el nervioso", al resto de los compañeros de 5º A, en primaria,  se nos podía  notar exageradamente la admiración/enamoramiento que, a pesar de nuestros 10 años, sentíamos por la Srta. Lydia, la Profesora de Ciencias.

A los 10 años.
Es la época en la que solemos establecer amistades y relaciones más fuertes y complejas con amigos.
A nivel emocional resulta ya, cada vez más importante tener amigos, especialmente (salvo excepciones) los del mismo sexo con quien compartir nuevas vivencias y gamberradas inocentes. 
Se comienza a sentir algo más y de una manera diferente la presión de los padres. También comenzamos a enfrentamos a mayores retos de aprendizaje en la escuela, nos volvemos más independientes de la familia y parece que nos entendemos mejor con los otros, quizá porque comenzamos a aumentar la capacidad de atención.



Hoy, todavía, cuando llevo a mi hijo al colegio, sin apenas darme cuenta, la mente me transporta y me sitúa en aquellos maravillosos años en los que cada día íbamos descubriendo, aprendiendo, acumulando conocimientos y sobre todo experiencias que al final, he comprobado, son la base de la auténtica personalidad que luego tendremos para toda la vida.

En Otoño, nada más empezado el curso, desde mi pupitre en la tercera fila, junto a la ventana, me encantaba poder oír sus explicaciones, a modo de relato, mientras un rayo de sol me calentaba la espalda...

Decíamos entonces que Juanito "el gordo" había sido el inventor de las "hamburlitas" porque, cuando de vez en cuando nos llevaban a comer al Burguer, él pedía una hamburguesa de ternera doble y 2 paquetes de alitas de pollo, a las que, cuidadosamente,  extraía la carne del hueso y la acoplaba en el interior de la hamburguesa que apoyaba sobre pepinillos regados con abundante kétchups, creando así una "performance" increíble de sabores y olores que sólo él podía soportar.

A excepción de Juanito "el gordo" y de Andrés, la Señorita Lydia fue para todos nosotros, una fuente de inspiración: modelo ideal de lo que entonces intuíamos que debía ser una mujer, una excelente madre y porque no una maravillosa esposa, al menos eso decía el "Profe de mates" cuando alguna vez le espiábamos, mientras intentaba disimuladamente hablar por teléfono con ella.

A veces, repasando con mi hijo alguna lección del "Libro de Ciencias de 2º", parece que soy yo quien sigue en el pupitre, en la tercera fila, embobado, observando como La Señorita, mientras nos relataba a modo de historia de ciencia ficción las distancias, imposibles de pronunciar, entre los planetas del sistema solar,  recorría la pizarra con su bastón de mando de madera que le servía de guía puntiaguda... y nos hacía viajar, soñar, volar, inmersos en la profundidad del cosmos entre los millones de kilómetros que separan un planeta de otro.....
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"La distancia entre los planetas de nuestro sistema solar y el Sol varía de acuerdo a las órbitas de los planetas. Mercurio es el que se encuentra mas cercano a nuestra estrella a una distancia en promedio de 57.9 millones de kilómetros y Neptuno el más distante 4.5 millones de kilómetros y bla bla bla......"
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Nunca olvidaré el último día de aquel maravilloso curso. 
Lydia, nuestra Seño de Ciencias, nos dijo adiós. Se despidió de cada uno de nosotros, uno a uno!!
Aún recuerdo aquel suave, esponjoso y dulce beso en la mejilla, con sabor a nubes y gominolas, como el momento mas tristemente emocionante que hasta entonces había vivido, sólo comparable, años después, al momento en que Mercedes, mi compañera de pupitre en 2º de la ESO, con quién compartí algunos inocentes momentos inolvidables y mis primeros besos de algo que yo intuía podría parecerse al amor, ella me mandó, sutilmente, a hacer puñetas para irse al pupitre de Andrés "El nervioso" que por entonces ya se había serenado un poco, tanto como para que mi chica, Mercedes, pudiera verle la cara con nitidez y descubrir en él algo que le hizo cambiar de opinión con respecto a mi presencia en su nuevo pupitre.

Después de aquel curso ya nunca la volvimos a ver.... sólo éramos unos niños y no entenderíamos demasiadas explicaciones pero, por aquellos entonces, la vida pasaba por nosotros en la mayoría de los casos, a la misma velocidad que viaja la luz por el espacio sideral, sin embargo para otras muchas cosas el reloj carecía de movimiento, seguro, pensaba yo entonces, que a ese tipo de aparatos, en según que momentos, le afectaba demasiado la gravedad.



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